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Las PERDIDAS, los duelos

  • Foto del escritor: analavin1
    analavin1
  • 1 ago 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 30 sept 2020

El ser humano necesita de los vínculos para crecer y desarrollarse. Cuando algunos de esos vínculos es roto, surge un momento de gran intensidad emocional y desestabilizad que definimos como duelo.

Si la pérdida es radical y definitiva, como en el caso de la muerte, todas las dimensiones de la persona se ven afectadas (dimensión física, emocional, cognitiva, conductual, social y espiritual) de tal manera que la persona se puede llegar a sentir incapaz de superarlo y/o desarrollar un duelo patológico que requerirá la intervención profesional para su mejoría.

Son muchos los factores que intervienen en el tipo de duelo, como circunstancias de la muerte, relación con el fallecido, personalidad y antecedentes del deudo y, el contexto socio familiar.

Para el completo restablecimiento de una pérdida, el individuo deberá atravesar una serie de etapas o fases y tendrá que realizar cuatro tareas fundamentales: 1. Aceptar la realidad de la pérdida. 2. Expresar las emociones y el dolor. 3. Adaptarse a un medio en el que el ser querido está ausente. 4. Re colocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo.

Existen distintos tipos de pérdidas. (1).Pérdida de la vida. Es un tipo de pérdida total, ya sea de otra persona o de la propia vida en casos de enfermedades terminales en el que la persona se enfrenta a su final. (2).Pérdidas de aspectos de sí mismo. Son pérdidas que tienen que ver con la salud. Aquí pueden aparecer tanto pérdidas físicas, referidas a partes de nuestro cuerpo, incluidas las capacidades sensoriales, cognitivas, motoras, como psicológicas, por ejemplo la autoestima, o valores, ideales, ilusiones, etc. (3).Pérdidas de objetos externos. Aquí aparecen pérdidas que no tienen que ver directamente con la persona propiamente dicha, y se trata de pérdidas materiales. Incluimos en este tipo de pérdidas al trabajo, la situación económica, pertenencias y objetos. (4).Pérdidas emocionales. Como pueden ser rupturas con la pareja o amistades. (5).Pérdidas ligadas con el desarrollo. Nos referimos a pérdidas relacionadas al propio ciclo vital normal, como puede ser el paso por las distintas etapas o edades, infancia, adolescencia, juventud, menopausia, vejez, etc.

El proceso de duelo se realiza siempre que tiene lugar una pérdida.

El duelo es esa experiencia de dolor, lástima, aflicción o resentimiento que se manifiesta de diferentes maneras, con ocasión de la pérdida de algo o de alguien con valor significativo. Por lo tanto podemos afirmar que el duelo es un proceso normal, una experiencia humana por la que pasa toda persona que sufre la pérdida de un ser querido. Así es que no se trata de ningún suceso patológico. Incluso hay quien sostiene que el duelo por la pérdida de un ser querido es un indicador de amor hacia la persona fallecida. No hay amor sin duelo por la pérdida.

En general en todos los duelos existirán muchas características comunes, puesto que parten de una información básica heredada y en íntima relación con nuestra supervivencia. Sin embargo, la experiencia, el aprendizaje, la personalidad, y otra serie de factores externos, como pueden ser otros vínculos, moldearan de forma individual la respuesta de duelo en cada individuo o sea que cada duelo es diferente y propio.

Intervención en duelo

La pérdida de alguien significativo produce una amplia gama de reacciones que pueden y deben considerarse como normales y adaptatívas, tal y como hemos visto en apartados anteriores.

No debemos olvidar que la mayoría de las personas son capaces de afrontar y realizar adecuadamente el duelo sin ayuda. Las decisiones diagnósticas y de intervención han de ser prudentes para evitar la interferencia en un proceso humano normal.

Para poder considerar un duelo como posible patológico, deberíamos tener en cuenta los siguientes criterios:

* Falta de respuesta o respuesta débil durante las semanas que siguen a la pérdida. Prolongación del embotamiento afectivo. * Tras las primeras semanas persisten emociones muy intensas de rabia, resentimiento, tristeza o culpa. * El deudo no puede hablar durante la entrevista del fallecido sin experimentar un intenso dolor. * La persona que ha sufrido la pérdida no quiere desprenderse de ninguna pertenencia material que pertenecía al difunto, o, por el contrario, se deshace precipitadamente de todos los objetos (evitación fóbica). * Cuando algún acontecimiento relativamente poco importante desencadena una intensa reacción emocional. * El deudo no hace la menor referencia a la pérdida, evitando cualquier circunstancia que pudiera recordarle. * El doliente ha desarrollado síntomas físicos como los que experimentaba el fallecido antes de la muerte, incluso imita a éste en gestos, conductas, etc. * El deudo realiza cambios radicales en su estilo de vida después de la muerte de su ser querido. * Miedo desmesurado a la enfermedad y a la muerte, hipocondría, consultas frecuentes al médico. * Impulsos destructivos y auto destructivos con abuso del tabaco, alcohol. En su grado extremo puede llevar a realizar intentos de suicidio. * Si tras el primer año desde que falleció el ser querido, no hay ningún signo de recuperación. * Cuando a los 2 ó 3 años de la pérdida no hay una clara evolución satisfactoria. * Si la persona presenta una larga historia de depresión subclínica, marcada por la culpa persistente y baja autoestima.


La estrategia fundamental para el manejo del duelo es darse tiempo y permiso para abordar de forma consciente el proceso y restablecerse. Es cierto que el tiempo en si mismo no nos alivia pero necesitamos tiempo para realizar una serie de tareas que nos llevarán a la superación de la pérdida. Será lo que hagamos en ese tiempo lo que nos brindará una solución real


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