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Trabajando con covid (una escena para reflexionar) #covid19#reflexión#escenacotidiana

  • Foto del escritor: analavin1
    analavin1
  • 1 oct 2020
  • 4 Min. de lectura

Como otras mañanas de primavera, llego al Centro de Salud. Estaciono el auto bajo el tinglado y veo que hay luz en el interior de la sala. No fui la primera en llegar. Yesica y Ángel ya están allí, antes que nadie.

Hoy es un día diferente, Ángel abre la puerta. Me ubico en el umbral, se enfrenta a mí y me apunta con un artefacto mientras esboza una gran sonrisa. Una sonrisa que no puedo ver. Otra cosa que nos ha robado el covid-19.

- “36,5”- dijo. Ahora sí, ya podía ingresar. Entonces, se corre y me señala el paso. Me saluda con el codo, lo miro y choco mi codo con el suyo. Busco el trapo que está apostado en la entrada junto a la puerta de ingreso. Paso los pies por él y luego los seco con otro trapo. Allí mismo comienza la sanitización (así le dicen ahora, aunque la Real Academia Española diga que no existe ese verbo).

Entro a la sala principal y dejo atrás a Ángel que seguía toqueteando el instrumento con el que me había apuntado. Detrás de los muebles de metal se encontraba Yesica. Ya se había preparado para comenzar a vacunar. Estaba sentada de piernas cruzadas con una taza de té en la mano. La veo correr el barbijo hacia abajo y enredarse con la careta esforzándose para ingerir un sorbo de la infusión.

Dejo todo lo que traía en mis manos en el perchero con las pertenencias de mis compañeros y las rocío con alcohol líquido al 70 por ciento. Preparo mi camisolín, mi barbijo, mi careta, mi cofia, mis botas y mis guantes. Comento novedades que quedaron pendientes del día anterior y comienzo a vestirme.

Mientras me preparo para la atención golpean la puerta. Ángel corre la ventanita y saluda amenamente. Abre nuevamente la puerta y apunta a Laura con el aparato. Laura es nuestra administrativa provisoria. Esta vez permanece un rato realizando la acción. Al no poder hacerlo funcionar me dirijo a la puerta y lo manipulo, logrando que tome la temperatura. “35,4” dijo y se rió bajito.

Nos dirigimos al área administrativa: Yesica sigue tomando su té, y Laura se saca todas las prendas de abrigo que llevaba puesta (muchas) si bien estamos en primavera hace frío todavía. Inmediatamente comienza el ritual de colocarse el equipo de seguridad. Observo que presenta una gasa pegada con una cinta sobre su ceja izquierda y al unísono Yesica y yo le preguntamos que le había pasado. Suelta una carcajada antes de responder y dice: “mi hijo” “se puso a jugar con un auto en la cama y no sé cómo tira un cuadro viejo que estaba colgado sobre la cabecera y me cayó en la cabeza. Luego de la explicación vuelve a reírse.

Sin perder tiempo saca una pila enorme de papeles y me dice con un tono firme e intenso: “hoy tenés que firmar todo”. Tomo el pilón de hojas y comienzo a firmar.

En eso vuelven a golpear la puerta, es Mónica. Ángel repite la acción, esta vez con rapidez y la deja ingresar. Lo primero que ella hace es marcar el frío, comparándolo con otros días de la semana.

Suena el teléfono, llega un mensaje de WhatsApp en el celular de la sala y se oye el golpeteo de la puerta de ingreso con bastante énfasis. Yesica refunfuña entre dientes, alcanzándose a escuchar lo que dice: “¡todos juntos!” “¡y ya empezamos!”. Ángel grita “¡es para vacunar!” apuntado como si fuera un arma de fuego a la persona que estaba tras la ventanita.

Inmediatamente después, Ángel vuelve a gritar:” ¡Moni, ya llegó una embarazada!”. Ella le pide que aguarde así completa su vestimenta, que no es mucha, y hace el comentario que no tiene ni un segundo para un mate mientras se dirige vestida a su modo a los consultorios habilitados para la atención. Cuando digo a su modo me refiero que si bien se cuida no se pone los trajes que tenemos. (no le gustan los trajes decorados con lunares y estrellas).

Se siente olor a lavandina más intensamente que cuando llegué. Ángel hace pasar a la primera paciente embarazada, le muestra sin decir palabra el trapo y la mujer se limpia los pies varias veces, luego pisa otro trapo seco y después de que le pone alcohol en las manos le señala la dirección en donde se encuentra el consultorio. Acto seguido hace pasar a una señora con un bebe a la sala de vacunación repitiendo el proceso.

Les pido permiso para sacar fotos, les digo que sigan trabajando, que no posen. Pero en algunas oportunidades no pude lograr que sigan sin mirar la cámara.

Mientras tomo nota de todo lo que sucede para no perderme de nada, suena el teléfono, llega otro mensaje y siguen golpeando la puerta. Laura rezonga “¿Por qué siempre todos juntos?” Ángel vuelve a abrir la ventanita preguntando a quien buscan, no deja el aparatito ni a sol ni a sombra, lo apunta a cada persona que ingresa.

Ya van 195 días y seguimos contando. ¿Será que esta es nuestra nueva manera de trabajar? ¿Podremos volver a nuestra normalidad anterior? O ¿será que trabajar con covid -19 es lo que se viene? Un tanto interesante para reflexionar.


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